domingo, 10 de enero de 2016

Capítulo 9 - H2A

Hola de nuevo! 

Espero que estén disfrutando de su domingo, ya no los torturaré por ésta semana al menos, jejeje.

Sólo me paso para dejarles el Capítulo 9 de Historia de Dos Amantes, espero que éste sí les guste y me comenten un poquito cómo les parece y nuevamente, gracias por regalarme unos minutitos de su muy preciado tiempo!

Capítulo 9
Rasgando el Cielo











Charles, ya impaciente con la actitud manifiesta de su madre, quien no perdía ocasión de empujarlo al lado de Stella, se despidió alegando encontrarse totalmente agotado. Su madre lo miró con tono severo, acunó su rostro entre sus manos y le dio un profundo beso en la mejilla, él le devolvió el gesto más moderadamente y se retiró. Afuera lo esperaba su limo, Frank bajó, le ofreció un paraguas en vista de que llovía copiosamente, abrió la puerta trasera para que Charles entrase y luego se dirigió al frente, al volante.

   —Señor ¿dónde nos dirigimos? — Sondeó Frank, Charles parecía ausente, sus dedos índice y medio rascando su mandíbula, sus ojos desorbitados, de repente, como si despertara de un aletargamiento, observó a Frank y con una ligera sonrisa respondió:

 —Vamos a casa ésta noche Frank, estoy exhausto. — Se removió un poco en el asiento, como para adoptar una posición más cómoda y continuó ensimismado, mientras Frank ponía en movimiento el automóvil.


Charles miraba por la ventanilla, absorto en sus pensamientos, Hella había desaparecido, probablemente se había marchado y él no había tenido ocasión de sostener una conversación a solas con ella, se sentía tan impotente y frustrado. De repente creyó que su mente lo engañaba por un segundo, escasamente habían avanzado una o dos cuadras cuando distinguió a una persona que apenas se refugiaba a las afueras de un edificio «¡no podía ser!» Abrió la ventanilla y allí la divisó, parecía totalmente empapada, al menos su abrigo.
   —¡Frank! Por favor date la vuelta —ordenó inmediatamente
   —¿Sucede algo señor?
   —Sólo acércate a ese edificio que acabamos de pasar.
   —Está oscuro señor y llueve a cántaros, no es seguro para usted tampoco, a tan altas horas.
   —Sólo haz lo que te digo —le amonestó Charles, con los ojos entornados.
   —Usted manda.
Hella sentía que el intenso frío se colaba por sus huesos, apenas si había tenido tiempo de refugiarse, se había mojado el cabello y su abrigo. Pensó que sería muy afortunada si no pescaba un resfriado, «pero qué diablos, salvo por ciertas excepciones, su día había sido tan desdichado, no su día, reflexionó, su noche».
No quiso despedirse de Charles puesto que sentía que era mejor así, probablemente no se volvería a topar con él nunca más. No estaba segura de que Vivian continuara frecuentándolo y menos llevándolo al departamento, ella no acostumbraba llevar a nadie de hecho, pero con él había sido todo diferente, quizás ella estaba más interesada en él de lo que quería admitir. De repente Hella sintió un nudo en la garganta «¿Qué rayos le sucedía? De cualquier manera los amoríos de Vivian no eran su problema», no, claramente el problema era Charles, él y su encantadora sonrisa, su voz suave, grave y cautivadora. Suspiró profundamente y sacudió su cabeza, como si con eso lograra sacar de su mente esos estúpidos pensamientos. De pronto notó que un auto, una limosina se acercaba al edificio donde apenas lograba refugiarse de la lluvia insistente e impertinente que no la dejaba marchar. Observó, no con poca curiosidad y recelo que la puerta se abría y de pronto, allí estaba él. Creyó estar delirando por un momento, entornó los ojos y lo divisó completamente. Definitivamente era él, Charles. Se acercó a ella, «cielos aún mojado lucía glorioso, perfecto, mientras que ella era un manojo de nervios», estaba segura de que lucía toda desgarbada debido a la lluvia que le había caído encima.
   —¿Hella? Señorita Foster, ¿Se encuentra bien?
Por un instante lo miró fijamente, su rostro reflejando estupor, no supo muy bien como pero logró responder.
   —Me parece que no señor Manners, la lluvia me alcanzó… Yo… intenté abrigarme en el lugar más cercano, quería tomar un taxi pero esto es un caos, como puede usted ver.
   —Entiendo, venga conmigo, la llevaré.
   —¡No! — Le interrumpió inmediatamente e intentó zafarse cuando éste la tomaba del codo—. De verdad no es necesario, por favor no se preocupe por mí… Yo encontraré la forma de salir de aquí. — Miró alrededor, como en busca de una idea para salir de esa situación. Se tomaba de las manos, bajó la vista al suelo nerviosamente. Sentía todo el frío propagándose por su cuerpo. Quizás era eso y no la presencia de Charles lo que la hacía sentirse de ese modo, temblorosa y torpe.
Súbitamente Charles sin mediar palabra la tomó de la cintura y la arrastró dentro del automóvil, asegurándose de protegerla con el paraguas que acababa de abrir. Hella no pudo ni reaccionar, tan sólo se dejó conducir y de pronto ya se encontraba dentro de la limo. Charles dio las órdenes al conductor y se alejaron del lugar inmediatamente.
Charles le tomó sus manos entre las suyas, ella incapaz de mirarlo directamente a los ojos, y comenzó a acariciarlas, más bien a friccionarlas como para darles un poco de calor, luego comenzó a soplarlas con su aliento, sutil y suavemente.
   —Creo que iremos a mi casa Hella, está más cerca y necesita calentarse un poco, su departamento está muy lejos ahora y podrías pescar un resfriado, y no pienso correr ese riesgo, así que no acepto negativas. — Esto último lo dijo justo en el momento en el que Hella comenzaba a abrir su boca para disentir. De modo que ésta cerró su boca y se volteó a un lado, para mirar a través de la otra ventana.
Cuando llegaron al edificio, entraron inmediatamente al estacionamiento. Bajaron del auto, Charles llamó al ascensor, y en pocos minutos se abrió, le hizo señas a Hella de que entrase y luego empujándola ligeramente por su espalda, a la altura de su cintura, entraron juntos. Hella no le dirigió ni una palabra y se dedicó a mantener la mirada fija en los dedos de ambas manos. Charles la observaba de soslayo, no sabiendo bien que decirle. Esa chica realmente lo dejaba aturdido, aún sin el menor esfuerzo.
Cuando finalmente se abrieron las compuertas del ascensor, Charles la tomó nuevamente y la condujo por el pasillo, sacó una llave o tarjeta, la introdujo y entraron al recibidor del departamento.
Hella no pudo evitar recorrerlo todo con sus ojos, era más bien un lugar elegante pero masculino al mismo tiempo, muy moderno y espacioso también. Se trataba de un loft dúplex con un horizonte increíble a lo largo del cual se podía divisar la ciudad. Todas las paredes revestidas completamente de blanco y con espacios bien definidos pero al mismo tiempo de fácil acceso entre uno y otro, una sala de estar enorme y espectacular, unida a la cocina ­- comedor, amplia y luminosa, rodeada de dos enormes ventanales, lo que de seguro permitía la entrada de luz natural. Enmarcada por un gran sofá gris oscuro, adornado con cojines en un tono plata, mucho más claros que el sofá, una mesa de caoba cuadrada también de grandes dimensiones, justo al frente una poltrona blanca de estilo moderno y junto a ésta una gran chimenea de granito gris, ubicada de forma superpuesta, de la que emergía una gran tubería de metal y a través de la cual emanaba el calor y el humo, justo detrás de ésta una escalera que conducía a la parte superior del loft, en la que se hallaba una gran estantería o armario de madera color sepia poblado de libros y cintas de películas.
Justo a la derecha del salón principal una enorme encimera con tres sillas-bancos blancos, con un armario en la parte inferior desde donde se divisaban algunas botellas de diferentes tipo de licor. En esa misma línea de visión una pequeña sala comedor a la izquierda de ésta y justo al frente la cocina.
De improviso sintió como Charles se acercaba a ella y se alejó dando un respingo. Charles le hizo una señal para calmarla, levantó las manos ofreciéndolas en señal de paz, tomó el cinturón del abrigo de Hella, lo desenredó, desabrochó luego sus botones y lo deslizó por sus brazos. Hella se sentía como una niña, estupefacta, incapaz de reaccionar, y por un momento sintió como el calor de Charles la inundaba, aun estando a escasos centímetros de ella.
   —Estás entumecida querida —le dijo—. Tu vestido está húmedo, creo que será mejor que te cambies, buscaré algo seco que puedas ponerte, espera un momento.
Hella caminó a la sala de estar que estaba a unos pasos, continuó observando el lugar, se sentía fuera de sí, tal vez Charles tenía razón y estaba tan entumecida que su mente divagaba y no lograba el control de sí misma.
Pocos minutos después Charles regresaba con lo que parecía una sudadera y un albornoz.
   —Hella, por favor, arriba, al final a la izquierda está mi habitación, allí podrás quitarte esa ropa mojada y ponerte esto, sé que no es mucho, pero es lo que pude encontrar para ti.
   —Es suficiente señor Manners. — Logró decir finalmente.
Charles le ofreció las prendas, ella las tomó, Hella le obsequió una mirada tímida y se dirigió a la habitación. Repentinamente se detuvo cuando oyó a Charles decir su nombre.
­   —¿Sí? — Se dio vuelta y respondió.
   —Creo que prepararé un poco de té para calentarnos ¿Está bien? Y me imagino que no debe haber comido nada, veré que puedo encontrar para los dos. — Hella sólo pudo asentir levemente con la cabeza, se dio vuelta de nuevo y se marchó en definitiva a la habitación.
Cuando entró en ella la invadió un sentimiento extraño, como de abatimiento, tristeza, no entendía muy bien por qué, quizás porque tan sólo era una intrusa, ella jamás, «bueno, nunca entraría en esa habitación bajo otras circunstancias».
Era un lugar sencillo, razonable e impecablemente amueblado, lo regentaba una enorme cama, iluminada por una lámpara de piso estilo arco, aportándole una luz directa a esa zona, todo muy moderno, cuyos principales materiales se componían de madera y metal, una pequeña mesa de noche al parecer movible, pues se sostenía con una simple columna de metal como una especie de brazo, la cama con base de metal y madera justo debajo del colchón, siguiendo con los mismos tonos gris o metal, blanco y sepia, de fondo otro enorme ventanal con vistas de la ciudad.
A la derecha se encontraba el sanitario así que se dirigió directamente allí, el mismo parecía tener espacio suficiente para dos personas, incluso para una tercera, decorado con piedra y con una ducha sin muro, como el resto del departamento, nada de poner barreras a la luz y el espacio. Se sentó en un pequeño sillón, se quitó los zapatos y luego como pudo bajó el cierre del vestido, lo deslizó por encima de su cabeza y lo colocó en una percha cercana. Tomó la sudadera y se vistió nuevamente. Tuvo que quitarse el sujetador pues lo sentía también húmedo, sus bragas parecían permanecer secas. Luego se vistió con el albornoz, el cual era bastante grande, por supuesto, pertenecía a Charles que era mucho más alto y corpulento. Olía a él, lo pudo sentir mejor al rozar su nariz con la manga. Se acercó a un espejo y observó su rostro desgarbado y taciturno, pero no podía hacer nada por componerlo, así que se limitó a encogerse de hombros. Apagó la luz y salió del cuarto de baño, pero al ver la enorme cama sintió deseos de recostarse, cerró los ojos, suspiró profundamente por su estupidez, se dio vuelta y salió de la habitación.





Este capítulo en especial muestra un poco lo que vendrá, los dejo con la incógnita, y espero les haya gustado. Nos encontramos aquí de nuevo mañana o eso espero!!

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